Tus actos hablan de tu fe
Si no manifestamos nuestra fe en nuestra vida cotidiana, es que no tenemos fe, aunque declaremos que somos hombres de fe.
De joven, tuve un amigo que sabía muchas cosas sobre la fe, pero su misma suegra reconocía: “Sabe, pero no cree”. Es decir que no es suficiente con saber. Para creer, debes tener un estado espiritual tal que, aunque tenga su punto de partida en la información, no se limite a la simple información. El padre Arsenie Boca decía que: “El camino más largo es el que va del oído al corazón”, es decir, de la información a la convicción. Es muy poco limitarte a estar informado. Cuando estás convencido, tienes lo que necesitas. “Fe” significa “convencimiento”.
Me gusta mucho aquel pasaje del Evangelio de San Marcos, donde un hombre dice: “¡Creo, Señor! ¡Aumenta mi fe!” (Marcos 9, 24). El Señor no dijo: “¡Si no tienes suficiente fe, no puedo hacer nada por ti! ¡Vuelve a buscarme cuando tu fe haya crecido!”, sino que lo ayudó, sin importarle la medida de la fe de aquel hombre. Esto es muy importante: anhelar más, para que Dios te conceda más.
La medida de la fe es la medida de la vida misma. Si quieres saber cuánta fe tienes y cuál es su estado, si es una fe activa, tienes que examinarte a ti mismo y a la forma de vida que llevas, porque nuestra forma de vida es el testimonio de nuestra fe. Luego, nuestra fe es la misma que manifestamos con nuestra vida. Si no manifestamos nuestra fe en nuestra vida cotidiana, es que no tenemos fe, aunque declaremos que somos hombres de fe.
(Traducido de: Arhimandritul Teofil Părăian, Veniți de luați bucurie, Editura Teognost, Cluj-Napoca, 2001, p. 41)