Palabras de espiritualidad

Un acto de máxima humildad: la Encarnación del Señor

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

¿Cómo fue que Cristo se humilló aún más? Encarnándose. Su Encarnación es la más grande expresión de la humildad divina.

Dios mismo, por esencia, es mucho más humilde que todos los seres humildes. Y nuestro Señor Jesucristo, queriendo hacerse aún más humilde, siendo Dios, para demostrarnos cuánto nos ama, no encontró, desde el punto de vista humano, algo más grande. Sin embargo, encontró un camino a la humildad suprema. ¿Cómo fue que Cristo se humilló aún más? Encarnándose. Su Encarnación es la más grande expresión de la humildad divina. Aquel que se encarnó y Aquel incorpóreo son, por supuesto, el mismo, pero, encarnándose, Dios, la Palabra inmaterial, es aún más humilde. Cristo es el mismo aún después de la Encarnación, pero, al hacerse humano, les otorgó a los hombres y a los ángeles la posibilidad de entender el hecho que Él es verdaderamente más humilde que todos los que son humildes.

Como consecuencia, en los Cielos todos se aventajan en la humildad, teniendo como ejemplo la humildad divina, y quien la imita, se acerca aún más a la Persona divina, a Dios, amándolo más y amando cada vez más a su semejante. De esto entendemos que, cuando amoamos en verdad a nuestro prójimo, nos acercamos más al Señor. Es decir, ¿en qué consiste amar a nuestro semejante? En ayudarlo, en no provocarle ningún mal, desde todo punto de vista. Con todo, a menudo no pensamos en el bien, y nos quedamos lejos... lejos del hombre y lejos de Cristo. Y esa distancia la provocan nuestras pasiones. En tales circunstancias, no debemos caer en la desesperanza, ni deponer las armas. Por el contrario, debemos aprender el arte de luchar (espiritualmente) y de vencer a nuestras pasiones. Sólo así podremos avanzar en esta vida.

(Traducido de: Efrem ieromonahul, stareţul Schitului Vatopedin Sfântul Apostol Andrei, Cuvinte simple din Sfântul Munte, Traducere din limba greacă Pr. dr. Constantin Petrache, Editura Egumeniţa, Galaţi, 2012, pp. 31-32)