Un auténtico Padre del amor
Con el don de Dios y mucha oración, era capaz de vencer todo, de la forma más sencilla posible.
La imagen del padre Porfirio que aún conservo viva en mi alma, luego de más de veinte años, es una dulce y serena. No recuerdo haberlo visto jamás serio o exasperado.
Era, en verdad un Padre del amor. Decía lo que tenía que decir, sin dureza: “¡Bendito seas!”. A menudo utilizaba esa expresión. A todos les decía: “¡Qué bien! ¡Qué bueno!”. Con esto generaba un sólido estado de paz interior en cada persona.
Solía decir que: “Cristo es nuestro amigo. Él nos ama a todos y nunca nos amenaza con el infierno en las manos”. Esto, seguramente, refiriéndose a la importancia de la Confesión. Decía: “No hay desesperanza posible si estamos en la Iglesia, sin importar nuestras faltas. ¡Puedes entristecerte, pero perder la esperanza, jamás!”. Siempre hablaba del papel del sacerdote y de la imposición de manos, por la cual desciende la Gracia. Por medio de la Confesión, Dios te ayuda a vencer aquello que podría llevarte a los límites de la desesperanza.
Muchas veces se quedaba conversando toda la noche con personas que estaban a un paso del suicidio, o con quienes vivían cualquier otra situación límite, física, espiritual o intelectual. No le importaba el tiempo, por amor. Con el don de Dios y mucha oración, era capaz de vencer todo, de la forma más sencilla posible.
(Traducido de: Părintele Porfirie, Antologie de sfaturi şi îndrumări, Editura Bunavestire, Bacău, pp. 58-59)