Palabras de espiritualidad

Un bello ejemplo de las virtudes del asceta

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

Este humilde asceta vivió primero en la comunidad del Monasterio Neamţ, como padre espiritual y maestro de la “Oración de Jesús”, siendo muy amado y buscado por gran cantidad de fieles. Después, decidió retirarse al silencio de las montañas.

Venerable Ciríaco el Eremita, del Monasterio Neamţ (siglos XV-XVI)

En los bosques seculares que rodean al Monasterio Neamţ han vivido muchos eremitas santos, ya desde antes de la fundación del cenobio (siglo XIV). Uno de los más conocidos ascetas de la zona, cuyo nombre aún se recuerda con respeto y devoción, fue el Venerable hieromonje Ciríaco, contemporáneo con San Daniel el Eremita.

Este humilde asceta vivió primero en la comunidad del Monasterio Neamţ, como padre espiritual y maestro de la “Oración de Jesús”, siendo muy amado y buscado por gran cantidad de fieles. Después, decidió retirarse al silencio de las montañas del lugar. Ahí construyó una pequeña cabaña de madera y arcilla, y empezó una vida de ayuno y oración, sin importar las inclemencias del tiempo y el trabajo que dicha forma de vida implica, además de tener que enfrentar constantemente las tentaciones del maligno. Tiempo después, habiendo reunido algunos discípulos a su alrededor, construyó también una pequeña capilla de madera, donde celebraban los oficios litúrgicos, comulgaban y glorificaban juntos a Cristo. A ese pequeño conjunto de construcciones se le conocía como “Ermita de Ciríaco”, y a la montaña donde estaba situada todavía se le llama “Montaña de Ciríaco”.

Tal fue la vida eremítica del Venerable Ciríaco durante treinta años, que llegó a obtener el don de realizar milagros y poder anticipar sucesos. Con el paso del tiempo, la comunidad de monjes reunida al alrededor del padre Ciríaco fue creciendo considerablemente. Muchos de esos monjes vivían en chozas y cuevas, dispersos en toda la demarcación circundante. Eso sí, en los días festivos, al escuchar las campanas tañir, todos los monjes venían a la celda del anciano y cantaban juntos los Maitines y la Divina Liturgia.

A inicios del siglo XVI, el Venerable Ciríaco el Eremita entregó su alma en manos del Señor y fue enterrado en la montaña. Sus discípulos siguieron viviendo en la ermita, respetando el orden establecido de oficios litúrgicos y oración, hasta la fundación de la skete Pocrov (1714).

(Traducido de: Arhimandrit Ioanichie BălanPatericul românesc, Editura Mănăstirea Sihăstria, p. 141)