Un consejo muy útil para los confesores
El canon no tiene que prescribirse en concordancia con los pecados cometidos, sino según sea el estado espiritual del pecador, no sea que, queriendo remendar lo que está roto, termines haciendo un agujero más grande, o por tratar de levantar al que ha caído, lo empujes aún más abajo.
Si eres indulgente con un pecador que necesita más severidad, y no haces un corte profundo en el alma que necesita dicha intervención para sanar, aunque hayas hecho esa incisión, no habrás eliminado el mal. Por otra parte, si haces un corte directo, tal como es necesario, el enfermo, debido al dolor, puede que se sienta desfallecer, arrojando de un manotazo todo, las medicinas y el vendaje, destruyendo lo que estabas haciendo por él y comprometiendo seriamente su propia vida.
Puedo dar muchos ejemplos de personas que terminaron cayendo en pecados aún más grandes, precisamente porque se les impuso un canon de penitencia equivalente a sus pecados. Por eso, el canon no tiene que prescribirse en concordancia con los pecados cometidos, sino según sea el estado espiritual del pecador, no sea que, queriendo remendar lo que está roto, termines haciendo un agujero más grande, o por tratar de levantar al que ha caído, lo empujes aún más abajo.
Aquellos que son débiles de alma, que tienen cierta inclinación a la vida licenciosa y viven atados a los placeres del mundo, y además se muestran vanidosos por su abolengo o por su puesto de trabajo, si los ayudas a volver del pecado con palabras suaves y paciencia, puedes hacer que sanen de esas faltas que los someten, si no perfectamente, al menos en parte. Pero si les impones un canon, por pequeño que este te parezca, no lograrás que se enmienden. Un alma, cuando se ha visto obligada a perder toda vergüenza, cae en la insensibilidad; ya no se deja llevar por palabras amables ni por amenazas y ya no se deja conmover por los favores de Dios.
(Traducido de: Sfântul Ioan Gură de Aur, Despre Preoție, traducere de Dumitru Fecioru, Editura Sophia, 2004, pp. 58-59)