Un ejemplo de cómo todos tenemos algo que aprender de cada persona
Se hizo rico en la humildad divina y jamás dejaba pasar la ocasión de aprender incluso de los menos ultos, preguntándoles sin rubor alguno lo que creía que podía serle de provecho.
El gran Arsenio, aunque tenía grandes conocimientos —tanto sobre el mundo exterior como sobre la vida cristiana— y a todos, como se afirmaba, los superaba con su cultura y sus virtudes, porque entre muchos fue elegido para instruir a los hijos del emperador Teodosio, Onufrio y Arcadio; a pesar de todo esto, trabajando con denuedo en la skete, se hizo rico en la humildad divina y jamás dejaba pasar la ocasión de aprender incluso de los menos cultos, preguntándoles sin rubor alguno lo que creía que podía serle de provecho. Un día, alguien lo vio consultándole a un monje egipcio sobre la lucha con los pensamientos. Así, decidió acercársele y preguntarle por qué era él quien buscaba obtener conocimientos del otro. Entonces, el padre Arsenio le respondió: “Cierto es que he bebido de muchas fuentes de conocimiento, pero debo reconocer que el alfabeto de este monje aún me es desconocido”, demostrando, con estas palabras, que sus actos y sus conocimientos eran algo que provenía de Dios.
Un día, el padre Arsenio vino a la orilla del río, con la intención de atravesarlo con la barca. Entonces, una mujer árabe se le acercó y lo sujetó de la túnica. Molesto, el venerable Arsenio la reprendió. Pero esta le respondió: “¡Si en verdad eres un monje, Arsenio, vete a la montaña!”. Estas palabras le parecieron a él una gran verdad.
(Traducido de: Everghetinosul, volumele I-II, traducere de Ștefan Voronca, Editura Egumenița, Galați, 2009, p. 195)