Un ejemplo de obediencia a la palabra del padre espiritual
El abbá Arsenio preguntó: “¿Por qué no viniste?”. Y el abbá Alejandro respondió: “Porque usted mismo, padre, me dijo que viniera después de terminar de segar mis espigas. Por eso, para honrar lo que me había ordenado, me quedé hasta ahora, hasta terminar”. El anciano abbá se quedó admirado ante la rectitud del otro.
El abbá Arsenio le dijo al abbá Alejandro: “Cuando termines de segar tus espigas, ven a comer un poco conmigo; pero, si tienes visitas, quédate allí y cena con ellos”. Efectivamente, el abbá Alejandro se dedicó a trabajar con empeño, con toda su atención puesta en lo que hacía. Entonces, habiendo llegado la hora establecida con el abbá Arsenio para comer juntos, el padre Alejandro vio que todavía le quedaba una parte por segar. Sin pensárselo dos veces y, para honrar lo dicho por el abbá Arsenio, siguió trabajando hasta que terminó de cortar todo el trigo. Mientras tanto, el abbá Arsenio, viendo que el abbá Alejandro no volvía del campo, pensó que seguramente tenía visitas, y decidió sentarse a comer solo. Un poco más tarde, el abbá Alejandro llegó a la celda del padre Arsenio. Este le preguntó: “¿Tuviste convidados?”, a lo que el interpelado respondió: “¡No…!”. El abbá Arsenio insistió: “Entonces, ¿por qué no viniste?”. Y el abbá Alejandro respondió: “Porque usted mismo, padre, me dijo que viniera después de terminar de segar mis espigas. Por eso, para honrar lo que me había ordenado, me quedé hasta ahora, hasta terminar”. El anciano abbá se quedó admirado ante la rectitud del otro y le dijo: “Suspende desde temprano tu ayuno de cada día, de manera que puedas orar y beber el agua que necesitas. Si no lo haces, tu cuerpo terminará enfermándose muy pronto”.
(Traducido de: Patericul, ediția a IV-a rev., Editura Reîntregirea, Alba-Iulia, 2004, pp. 16-17)