Un ejemplo del llamado que Dios hace al hombre para la vida monacal
Dios me dio el consuelo de conocer la Ortodoxia, no como algo más fuerte o más verdadero, sino como el alma misma del hombre, tal como Dios la creó.
Padre Rafael, díganos: ¿por qué se hizo monje? ¿Está satisfecho con el estado en que vive?
—Ciertamente, mi entrada a la vida monacal tuvo más bien el carácter de una “crisis”, paralela a la de mi regreso a la Ortodoxia. Pensaba: “¿No será que el maligno no solo tiene la intención de hacerme volver a la Ortodoxia, sino que también quiere inducirme a hacerme monje? ¡Qué desgracia, qué locura, qué confusión!”. Pero esa misma serpiente me susurraba: “¿Y si esto fuera algo bueno, algo que Dios quiere?”. “No”, me resistía yo.
Al final, llegué a la misma solución: “Señor, si Tú quieres que sea monje, debes convencerme Tú; convence mi necedad, convence este corazón oscurecido”. ¿Estoy satisfecho de ser monje? Les confieso que, gracias a Dios, nunca he tenido, desde entonces, la menor duda, a pesar de todas las pruebas por las que he pasado. Sin embargo, reconozco que estoy muy insatisfecho con los resultados; pero eso no es culpa de Dios, sino mía. Dios me hizo pasar por crisis, pero me habló. Y me convenció. En lugar de darme dos bofetadas y decirme: “Ahora ven y quédate en la casa de tu Padre, como el hijo pródigo”, Dios me dio el consuelo de conocer la Ortodoxia, no como algo más fuerte o más verdadero, sino como el alma misma del hombre, tal como Dios la creó.
(Traducido de. Celălalt Noica, Mărturii ale monahului Rafail Noica, Editura Anastasia, 1998, pp. 95)
