Palabras de espiritualidad

Un escudo frente a los embates del enemigo de nuestra alma

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

“¡Ahora, hijo, puedes ver la fuerza de la oración, porque lo mantiene afuera, impidiéndole que se te acerque!”.

Un día, cuando yo apenas era un novicio, fui asaltado ferozmente por el demonio de la lujuria. Me tendí para dormir un poco, pero el ataque del maligno se hizo más encarnizado. Entones, empecé a orar con fe y devoción. Un poco más tarde, cuando me hallaba sumido en ese estado que es mitad vigilia y mitad sueño, tuve una visión. Frente a la puerta de mi celda había un demonio, cuyo aspecto era el mismo que describen los Santos Padres, con cuernos, grandes alas negras, etc., y caminaba lleno de soberbia de un lado a otro. Sin embargo, no podía acercarse a mi celda. Entonces, sobresaltado, me desperté y corrí a buscar al anciano José. Luego de relatarle todo lo sucedido, me dijo: “¡Ahora, hijo, puedes ver la fuerza de la oración, porque lo mantiene afuera, impidiéndole que se te acerque!”.

(Traducido de: Ieromonahul Iosif Aghioritul, Stareţul Efrem Katunakiotul, Editura Evanghelismos, p. 226)