Un fenómeno desconocido para la ciencia
Más allá de explicaciones científicas, hipótesis y teorías, cierto es que el florecimiento de los lirios secos no puede considerarse otra cosa que un milagro de Dios, un hecho que rompe las leyes de la mente y la naturaleza, y una muestra del don redentor y santificador que obra en la Iglesia.
No solamente en el poblado de Pastra, sino también en la isla de Cefalonia, en Lipsí (archipiélago de 12 islas) o en la ciudad de Apikia de la isla de Andros, el milagro del florecimiento de los lirios secos se repite cada año. Durante el verano, debido al calor, las flores se secan, como es normal, pero cuando se acerca la fiesta de la Dormición de la Madre del Señor (15 de agosto), los lirios rebrotan y florecen, a pesar de que los tallos siguen secos y ajados.
“En abril ponemos los lirios frente al ícono. Como es normal, con el paso del tiempo se secan por completo, pero, de una forma totalmente inexplicable, esos lirios empiezan a dar brotes nuevamente en julio y, nueve días después de la Dormición de la Madre del Señor, florecen. Para nosotros, ese acontecimiento es motivo de una inmensa felicidad”, da testimonio un habitante de Lipsí
Sin embargo, este milagro no tiene lugar únicamente en tierras griegas, sino incluso muy cerca de Rumanía. En la Besarabia histórica, espacio que actualmente pertenece a Ucrania, hay una localidad llamada Culevcea, residencia del municipio del mismo nombre en el distrito de Sărata, región de Odesa. En ese lugar, el milagro del florecimiento de los lirios ocurrió por primera vez en 2007, en la fiesta de la Santísima Trinidad. El milagro de Cefalonia se repetía, ahora, en una aldea de Ucrania, y miles de peregrinos comenzaron a llegar a lugar, para venerar el ícono de la Madre del Señor.
En poco tiempo, la noticia se propagó en todas partes, despertando la curiosidad de muchos especialistas. Un equipo de botánicos de Odesa y de Kiev analizaron cuidadosamente el ícono de la Madre del Señor, así como los lirios que fueron colocados a su lado, afirmando después, que, desde un punto de vista científico, no había una explicación clara para este fenómeno.
Sin embargo, algunas personas consideraron que los primeros análisis fueron muy supeficiales y enviaron uno de esos lirios al Jardín Botánico de Moscú. Luego de estudiarlo minuciosamente, el doctor Dimitri Gosse, profesor de ciencias biológicas, concluyó: “Una flor no puede resistir mucho tiempo sin agua y sin diversas sustancias nutritivas que se acumulan en el bulbo. Como es natural, la flor se marchita, se seca. El fenómeno por el cual de un tallo seco brotan nuevos retoños es algo desconocido para la ciencia”.
Más allá de explicaciones científicas, hipótesis y teorías, cierto es que el florecimiento de los lirios secos no puede considerarse otra cosa que un milagro de Dios, un hecho que rompe las leyes de la mente y la naturaleza, y una muestra del don redentor y santificador que obra en la Iglesia.
Por otra parte, tenemos que saber que Dios es la premisa de cualquier milagro, y no a la inversa. Él no obra milagros en la vida de aquellos que los ven solamente como simples señales (Mateo 12, 39), pero no duda en ayudar a quienes verdaderamente creen en Él. “Tu fe te ha salvado”, le dice Jesús a la mujer enferma (Marcos 5, 34), y a un padre: “Todo es posible para el que cree. Entonces, el padre del muchacho exclamó: Yo creo. Ayúdame a creer más” (Marcos 9, 23-24).