Poder ver a nuestro esposo o nuestra esposa a través de los ojos de Dios, es un don que ambos debemos pedir en las oraciones que elevamos como pareja: “Ayúdame, Señor, a ver a mi esposo —o esposa—, quien vino a mi vida gracias a Ti, de la forma en que Tú Mismo lo ves/la ves”. Esta es una petición esencial para la vida en pareja, porque sobrepasa cualquier razonamiento de la mente humana, viciada por la caída de Adán.

Es un enfoque espiritual que se eleva más allá del pecado y la oscuridad, revelándonos la potencialidad del alma de cada uno. Nadie es perfecto. Pero la vida espiritual requiere renunciar a quedarnos para siempre en nuestra severa posición de jueces: “Él es así”, “Ella tiene un carácter difícil”, “Es una persona imposible, nunca cambiará”, etc. Si Dios nos viera de esa manera, jamás tendríamos la posibilidad de redimirnos.

(Traducido de: Părintele Michel Philippe Laroche, Un singur trup. Aventura mistică a cuplului, Editura Amarcord, Timişoara, 1995, p. 30)