Un hermoso encuentro con el Todopoderoso
Cuando el alma en oración deja de escucharse a sí misma rezando, empieza a escuchar al Otro dándose a conocer: “Sí, no te engañas. Soy Yo, el que vive. Yo, que Soy el que Soy, el que te llama. Ven conmigo”.
El episodio con la mujer samaritana también nos demuestra ser el diálogo entre el Señor y el alma humana, la cual. primero se opone, pero después se somete y adora a su Creador.
El Señor quiso que dicho encuentro no fuera algo fácil, algo obvio, algo mecánico y al estilo de una parábola; al contrario, debía ser algo libre, espontáneo, brotado de una convicción precedida por la duda, un encuentro radicalmente transformador de aquella creyente de Samaria.
Un último análisis puede explicarnos cómo debe ser el acto de fe. Es un acto que tiene lugar, como bien precisa Søren Kierkegaard, cuando el alma en oración deja de escucharse a sí misma rezando, para empezar a escuchar al Otro dándose a conocer: “Sí, no te engañas. Soy Yo, el que vive. Yo, que Soy el que Soy, el que te llama. Ven conmigo”. Y el alma responde sin ambages: “¡Amén!”.
(Traducido de: Nicolae Steinhardt, Dăruind vei dobândi, Editura Dacia, 1997, p. 46)