Un llamado a cuidar el alma
Sabiendo que Dios se fija sólo en nuestro interior, embellezcamos nuestra alma con las virtudes.
A partir de nuestros actos se evidencia en qué medida creemos en Dios y en qué medida creemos en la eternidad del alma y el Reino de Dios. Por eso, meditemos seriamente sobre esto y no permitamos que nos engañe el maligno y el pecado en momentos en los que necesitamos del arrepentimiento, las lágrimas y el remordimiento, y no deambulemos de aquí para allá, jugando, perdiendo el tiempo y haciéndonos otra cosa que aquello para lo cual nos creó Dios. No, dejemos todo esto a un lado y busquemos la forma de volvernos agradables a Dios. Él examina lo que tenemos en el alma, soslayando lo exterior. Esto último, lo exterior, sí que le importa al demonio y al pecado. Sabiendo que Dios se fija sólo en nuestro interior, embellezcamos nuestra alma con las virtudes. Cuando nos adornamos por afuera, nos echamos a perder interiormente y desfiguramos nuestra alma. Y Dios nos pedirá cuentas de todo esto.
(Traducido de: Efrem Atonitul, Despre credință și mântuire, Editura Bunavestire, p. 13)