Palabras de espiritualidad

Un milagro realizado por un santo de nuestros tiempos

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Cuando el Vladika preguntó qué era lo que sucedía, una enfermera le dijo que se trataba de una mujer muy enferma, ya sin esperanza de vida, que había sido llevada al edificio contiguo, porque con sus gritos perturbaba a los demás ingresados...”

«Siendo yo el director de la región eclesiástica en donde se hallaba la parroquia en donde vivían los sacerdotes, las monjas y el padre Juan (Maximovich), muchas veces tuve la oportunidad de acompañar al Vladika cuando visitaba la ciudad de Guyan, en donde, en un hospital filipino, había una gran cantidad de rusos gravemente enfermos, a quienes el Vladika visitaba, llevándoles algún ejemplar del Evangelio de bolsillo y pequeños íconos. En uno de esos viajes, al entrar al pabellón de los pacientes rusos, oímos unos aterradores gritos viniendo de lejos. Cuando el Vladika preguntó qué era lo que sucedía, una enfermera le dijo que se trataba de una mujer muy enferma, ya sin esperanza de vida, que había sido llevada al edificio contiguo, porque con sus gritos perturbaba a los demás ingresados.

Inmediatamente, el padre Juan preguntó si podía ir a visitarla, pero la enfermera rusa le recomendó no hacerlo, porque la mujer también despedía un olor muy desagradable.

Eso no tiene importancia —dijo el Vladika, antes de dirigir sus pasos con rapidez al edificio vecino.

Yo le seguí. En verdad, de aquella mujer brotaba un olor pestilente. Acercándosele, el Vladika le puso la Cruz sobre la cabeza y comenzó a orar. Yo mejor me salí de la habitación. El padre estuvo orando un largo rato, luego confesó a la mujer y le dio la Santa Comunión. Cuando partimos, la mujer ya no gritaba, sino que solamente gemía calladamente. Luego de algunas semanas, volvimos a aquel lugar. Cuando apenas estábamos por bajarnos del vehículo, la puerta del hospital se abrió y una mujer corrió a arrojarse a los pies del Vladika. Era aquella mujer “sin esperanza de vida”, por la cual había orado». (G. Larin Sidney, Australia)

(Pr. Serafim Rose, Pr. Gherman Podmoșenski, Fericitul Ioan Maximovici  viața și minunile, Editura Cartea Ortodoxă, București, pp. 72-73)