Un mundo que demanda pruebas para creer
El Santo Apóstol Tomás representa a todo este mundo práctico: no era escéptico, pero necesitaba pruebas.
Dios no recurre a los milagros para convencernos, sino en casos muy especiales. Él siempre prefiere llamarnos individualmente de una forma plenariamente mística. Es decir que se hace una luz en nuestro corazón, de manera que sentimos una idea, un llamado, y decimos: “¡Señor mío y Dios mío!”. Como Tomás cuando se le apareció el Señor Resucitado. No hace falta que toquemos, sino que solamente con el desarrollo de nuestro espíritu logramos ver a Dios de forma invisible. Y creo que también el Apóstol Tomás tuvo una iluminación así, y no tocó a Cristo. Él representa a todo este mundo práctico: no era escéptico, pero necesitaba pruebas.
También nosotros, mientras más avanzamos en la civilización, más valen para nosotros las pruebas palpables. Y decimos: “quiero ver si esta agua hierve a 100 grados Celsius”, “quiero ver si este metal se funde a 500 grados”, “quiero ver si, poniendo una semilla en la tierra y regándola, a pesar de estar en la oscuridad, germina sin necesidad de luz”. Queremos ver todo, y estos son solo unos pocos ejemplos de ello. Y no es que seamos tan escépticos, sino que necesitamos tener pruebas racionales y concretas de todo.
(Traducido de: Părintele Gheorghe Calciu, Cuvinte vii, ediție îngrijită la Mănăstirea Diaconești, Editura Bonifaciu, 2009, pp. 62-63)