Un padecimiento espiritual (tristemente) muy común
A veces, la persona sufre de una enfermedad antigua muy complicada, la de la petrificación espiritual, un padecimiento mortal que nos hace ignorar nuestros pecados, y nos puede llevar a la muerte antes de lo pensado, impidiéndonos entrar al camino de la salvación.
Aún hoy en día sucede que hay muchas personas que buscan, por cualquier motivo, vivir en el seno de la Iglesia, sea empezando su andadura como cristianos, o tratando de mantenerse en el buen camino. Sin embargo, no son conscientes de lo grave de su enfermedad. A menudo, las personas que vienen a confesarse padecen de serias pasiones espirituales sin siquiera saberlo. A veces, la persona quiere confesarse y comulgar, y después llevar una vida ligada a la Iglesia, pero sigue siendo incapaz de arrepentirse verdaderamente, porque no entiende su estado de pecado y no siente sus faltas.
Una persona así, cuando se confesa, lo hace de un modo meramente formal. En un caso así, al sacerdote le resulta muy fácil decir:
—Bien, tomando en cuenta que no tienes pecados graves y que no has cometido faltas tan considerables, te perdono y te absuelvo… ¡Ahora, ve y comulga! ¡Gracias a Dios que no has matado a nadie ni eres un ladrón!
Si tomamos en cuenta la carga de la labor pastoral de los sacerdotes en cada parroquia, decir algo así sería perfectamente normal. Pero, lamentablemente, en la mayoría de los casos, la persona que parece no tener grandes pecados en su haber, es precisamente quien se halla en un peligro espiritual mucho más grande. Porque sufre de una enfermedad antigua muy complicada, la de la petrificación espiritual, un padecimiento mortal que nos hace ignorar nuestros pecados, y nos puede llevar a la muerte antes de lo pensado, impidiéndonos entrar al camino de la salvación. Para el sacerdote, evidenciar esa pasión y convencer al enfermo de que necesita arrepentirse, implica un gran esfuerzo, además de mucha perspicacia, mucho amor y mucha atención.
(Traducido de: Protoiereul Vladimir Vorobiev, Duhovnicul și ucenicul, Editura Sophia, București, 2009, pp. 17-18)