Una candela encendida ante el ícono de la Madre del Señor durante más de setenta años
Llenos de sobrecogimiento, los monjes tomaron el ícono y lo colocaron solemnemente en el katholikón del monasterio, en donde sigue hasta el día de hoy.
El ícono de la Madre del Señor conocido como “Stáretsa” (Gherontissa) se halla colocado en el katholikón del Monasterio Pantokratoros (Monte Athos), a la izquierda de la nave principal, en un proskinitarión de mármol trabajado bellamente. En los anales del monasterio aparece consignado un milagro obrado por la Madre del Señor, por medio de este ícono, en tiempos de los saqueos de los piratas turcos.
En una de sus incursiones, los turcos asaltaron el Santo Monasterio Pantokratoros, y entre los bienes que se robaron se hallaba también el ícono “Stáretsa”. A uno de los asaltantes se le ocurrió quitarle el revestimiento de plata y utilizar la madera del ícono para encender su pipa, y así burlarse de la Madre del Señor. Sin embargo, cuando le asestó un primer golpe al ícono, de este salió una llamarada y humo, que no sólo asustaron al maleante, sino que también lo dejaron ciego. Los que estaban con él, asustados, arrojaron inmediatamente el ícono a un pozo que aún hoy puede verse entre los jardines y el atracadero del Monasterio, y huyeron.
Los monjes del monasterio, que al ver la llegada de los piratas habían corrido a esconderse en distintios sitios, no pudieron ver nada de lo sucedido. Con el tiempo, el pozo fue cegado con piedras y nadie supo más del paradero del ícono.
Unos setenta años después, el turco que intentó mancillar el ícono se hallaba cerca de morir, pero sufría de una interminable y dolorosa agonía. Por eso, lleno de remordimiento, se puso a implorar un poco de descanso espiritual. Como pudo les ordenó a sus parientes que enmendaran su falta, así fuera después de su muerte. Cumpliendo con lo ordenado, los familiares del turco visitaron el Monasterio Pantokratoros y, luego de relatarle todo al stárets, salieron a buscar el pozo. Luego de retirar todas las piedras, vieron con sorpresa que el ícono aún se hallaba ahí, en el fondo, con el agua hasta la mitad, como si se tratara de una persona arrodillada en el centro de aquel vacío. ¡Sin embargo, lo más asombroso fue que frente al ícono había una lamparilla encendida! .
Llenos de sobrecogimiento, los monjes tomaron el ícono y lo colocaron solemnemente en el katholikón del monasterio, en donde sigue hasta el día de hoy. Y de aquel pozo los fieles siguen extrayendo agua bendita, como una bendición.