Una decisión que no admite tantas demoras
“Pronto dejará de llover. Con esto, el torrente empezará a menguar y, al final, podré pasar al otro lado”.
Es un hecho probado que, quien deja “para después”, una y otra vez, la decisión de casarse, con el paso de los años, aunque quiera, ya no podrá hacerlo. Cuando uno es joven, tiene la posibilidad de elegir. Después, son otros los que eligen por uno. Por eso digo que, en lo que respecta a la idea de contraer matrimonio, se necesita también una dosis de “locura”. Es mejor soslayar esos pequeños defectos que pueda tener la otra persona, porque, de lo contrario, jamás encontrarás alguien que tenga todas las virtudes que supones deben caracterizar a tu compañero/compañera ideal.
Un día cualquiera, en las afueras de un poblado empezó a llover fuertemente, haciendo que creciera el torrente de un riachuelo. Un demente y un erudito se hallaron juntos, tratando de pasar al otro lado del agua. El erudito pensó: “Pronto dejará de llover. Con esto, el torrente empezará a menguar y, al final, podré pasar al otro lado”. El otro, sin embargo, no esperó más y, dando saltos entre el agua, logró atravesar el riachuelo en cosa de pocos segundos. Y, aunque se le mojaron los pantalones y los zapatos, pudo continuar su camino y pronto llegó a su casa.
Mientras tanto, la lluvia, en vez de ceder, arreció, y el torrente de agua empezó a crecer más y más. Entonces, viendo que le resultaría imposible atravesar aquel agitado arroyo, el erudito dio media vuelta y se alejó.
(Traducido de. Cuviosul Paisie Aghioritul, Viața de familie, Editura Evanghelismos, București, 2003, pp. 24-25)