Palabras de espiritualidad

Una definición de la personalidad del santo

    • Foto: Bogdan Zamfirescu

      Foto: Bogdan Zamfirescu

El santo es el más benevolente de los hombres y, al mismo tiempo —sin querer—, el más imponente, el que más atrae la atención y el que más respeto provoca.

Gracias a su humildad, el santo pasa casi desapercibido, pero siempre se hace presente cuando se necesita auxilio, consuelo y aliento. El santo se queda al lado del que ha sido abandonado por todos. Para él no hay ningún obstáculo insalvable y ninguna dificultad invencible, cuando se trata de librar a alguien de una situación complicada. Con esto demuestra un poder y una maestría sorprendentes, que pone en práctica con una calma y una confianza inauditas, porque él cree con fuerza en la ayuda de Dios invocada con una oración ferviente.

Él es el ser humano más humilde, y, al mismo tiempo, una figura extraordinaria y sorprendente. Él provoca en los demás el sentimiento de haber descubierto en él y en ellos mismos la verdadera humanidad.

Esta humanidad ha estado tan cubierta por lo superficial y lo artificial, por el afán de parecer en vez de ser, que, cuando nos es revelada, nos asombra como si se tratara de algo sobrenatural. El santo es el más benevolente de los hombres y, al mismo tiempo —sin querer—, el más imponente, el que más atrae la atención y el que más respeto provoca. Para cada uno, él se vuelve un ser muy cercano, el que mejor te entiende, el que te hace sentir tranquilo estando a su lado y, al mismo tiempo, te hace sentir un cierto rubor, al reconocer tus propias insuficiencias morales y pecados, mismos que quiseras no volver a ver. Sencillamente, el santo te abruma con su inefable sencillez y el calor de su bondad y atención; él provoca en cada uno la vergüenza de tener un nivel moral tan bajo, por haber desfigurado de tal manera la humanidad que había en nuestro interior. La presencia del santo nos lleva a avergonzarnos de nuestra impureza, nuestra superficialidad, nuestra duplicidad y nuestra mezquindad.

(Traducido de: Părintele Dumitru Stăniloae, Rugăciunea lui Iisus și experiența Duhului Sfânt, Editura Deisis, Sibiu, 1995, p. 48)