Palabras de espiritualidad

Una exhortación a obtener el don de la fe en Dios

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

En vez de castigar mi cuerpo, he reconocido plenamente mi indignidad, he pensado sin cesar en los pecados que he cometido, me he acusado a mí mismo y me humillado ante el Señor. Y Él, nuestro Clementísimo y Bondadosísimo Dios, me ha librado de mis faltas.

Como todos ustedes saben, hermanos míos, jamás me he sometido a severos ayunos ni he hecho largas vigilias; tampoco he dormido sobre el suelo ni he practicado otros sacrificios parecidos, por desmesurados. En vez de castigar mi cuerpo, he reconocido plenamente mi indignidad, he pensado sin cesar en los pecados que he cometido, me he acusado a mí mismo y me humillado ante el Señor. Y Él, nuestro Clementísimo y Bondadosísimo Dios, me ha librado de mis faltas; como dice David: “Me he humillado y me he salvado”.
En pocas palabras, he creído solamente en la palabra del Dios y Hombre, y mi Dios me ha aceptado con esta fe. Porque cuando alguien quiere alcanzar la humildad, tiene que enfrentar incontables peligros. Pero si llega a la fe y empieza a creer en las palabras de Dios, no encontrará obstáculos en su camino. Y a la fe la encontramos, sin esfuerzo alguno, cuando deseamos tenerla con toda el alma. Porque la fe es un don de nuestro Buen Dios, el cual nos la otorgó de forma natural, para que la guardáramos con el poder de nuestro libre albedrío y cuando queramos tenerla. [...]
Para eso es que el hombre viene al mundo: para encontrar en las cosas terrenales un motivo para alabar a Dios, Quien se las da, y para que conozca a su Benefactor y Protector; para que lo busque y le agradezca con palabras y con acciones que son agradables a Él, y así hacerse digno de recibir más bondades y dones más grandes y eternos por parte de Dios.


(Traducido de: Sfântul Simeon Noul Teolog, Învățături, volumul II, Editura Credința Strămoșească, 2003)