Una explicación a la necesidad de soportar las aflicciones
Si desconsideramos todo esto, especialmente la necesidad del conocimiento por la experiencia de nuestra propia debilidad, “estamos matando al hombre en nosotros”.
Es necesario conocer con la experiencia lo que significa ser débil, si deseamos conocer la fuerza de Dios, tal como Cristo lo ejemplifica, al afirmar: “Mi Gracia te basta, que Mi fuerza se muestra perfecta en la flaqueza” (II Corintios 12, 9).
San Ireneo nos remite al caso de Jonás como analogía para entender la sabiduría de Dios en estas cuestiones. Por obra de Dios, una ballena se tragó a Jonás, no para matarle, sino para ofrecerle la oportunidad de aprender. Al permanecer en el vientre de la ballena durante tres días y tres noches, para luego ser arrojado afuera inesperadamente, Jonás entendió que era un siervo del Señor, Creador del cielo y la tierra. Del mismo modo, sugiere San Ireneo, cuando preparó con antelación el plan de salvación puesto en acción por el Señor con la señal de Jonás, Dios permitió que la humanidad fuera engullida por el gran cetáceo del principio.
Nuevamente, Dios no hizo esto para que la humanidad muriera, sino para que los hombres, una vez hayan recibido la salvación, entiendan que no tienen vida por sí o en sí mismos. Sino que, en cambio, reconozcan a Dios como su Creador, y a ellos mismos como criaturas que dependen de la vida y la existencia que provienen de Dios y que desean recibir.
Con este plan providencial, la humanidad logra conocer sus debilidades y, al mismo tiempo, la grandeza de Dios, que es visible en sus propias debilidades, transformando lo que es mortal en inmortal, y lo que es perecedero en imperecedero. Jonás es, así, un símbolo del género humano mortal, pero también un símbolo del Redentor, porque con Su propia muerte Cristo venció a la muerte misma.
Finalmente, San Ireneo completa diciendo que sólo así podrían ser creadas criaturas capaces de responderle a Dios con amor, que pueden unírsele en el amor. Así, enamoradas de Él, pueden llegar a ser partícipes de Su existencia. Cualquier otra forma nos habría convertido en seres automatizados. Entonces, concluye San Ireneo, de una forma cuando menos estremecedora, si desconsideramos todo esto, especialmente la necesidad del conocimiento por la experiencia de nuestra propia debilidad, “estamos matando al hombre en nosotros”.
(Traducido de: Părintele John Behr, A deveni om. Meditații de antropologie creștină în cuvânt și imagine, traducere Dragoș Dâscă, Editura Doxologia, Iași, 2017, pp. 61-64)