Palabras de espiritualidad

Una familia feliz comienza con dos esposos que se entienden bien

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Si los esposos viven en armonía, también los hijos crecerán bien, habiendo serenidad y orden en la casa. Hasta los vecinos, amigos y conocidos participan del bien que emana de un hogar así. De esta manera, se produce un bien enorme para otras familias e incluso para la misma sociedad.

San Juan Crisóstomo nos enseña que no sólo el esposo y la esposa se benefician de los múltiples dones del matrimonio —una de las fuerzas más poderosas que aseguran la cohesión de la vida social. Veamos lo que afirma en la Homilía XX sobre la Carta a los Efesios: “Si los esposos viven en armonía, también los hijos crecerán bien, habiendo serenidad y orden en la casa. Hasta los vecinos, amigos y conocidos participan del bien que emana de un hogar así. De esta manera, se produce un bien enorme para otras familias e incluso para la misma sociedad.”

En relación a este tema del matrimonio como fuerza integrante de la vida social, San Juan Crisóstomo nos atrae la atención sobre el hecho que familias y generaciones enteras se unen con los matrimonios interétnicos:

Dios, prohiendo el matrimonio entre parientes, nos condujo a los otros, forasteros, y a ellos hacia nosotros. Así fue como nos unió con nuevos lazos, a través del matrimonio, reuniendo así familias completas —por medio de los novios— y fundiendo generaciones enteras con otras tantas generaciones” (Homilía XXXIV sobre la Primera carta a los Corintios).

Ciertamente, el matrimonio es el más alto y potente ejemplo del hecho que Dios nos creó como seres sociales, no como individuos aislados o diferenciados de alguna forma. Él nos creó como individuos que alcanzan su plenitud por medio de la comunión entre nosotros, incluso en las cosas terrenales. Así es como describe San Juan esa interdependencia:

Porque Dios, buscando unirnos a todos, estableció las cosas de manera que el bienestar de cada uno dependa del de su semejante; con este principio fue que fundó el mundo entero”.

(Traducido de: David C. Ford, Bărbatul şi femeia în viziunea Sfântului Ioan Gură de Aur, traducere din limba engleză de Luminiţa Irina Niculescu, Editura Sophia, Bucureşti, 2004, pp. 123-124)