Una forma de demostrarle al maligno que no le tememos
Al demonio —quien se burla de nosotros, tentándonos con la ilusión de los apetitos—tenemos que hacerlo el objeto de nuestras mofas, burlándonos de los pecados, es decir, desenmascarándolos, desmitificándolos y evidenciándolos como lo que son: unas ridículas necedades.
Hablemos del hecho de “no asumir trágicamente los pecados”. ¿En qué sentido? En el sentido de que, al demonio —quien se burla de nosotros, tentándonos con la ilusión de los apetitos—tenemos que hacerlo el objeto de nuestras mofas, burlándonos de los pecados, es decir, desenmascarándolos, desmitificándolos y evidenciándolos como lo que son: unas ridículas necedades.
Este es el tema principal de “Sueño de una noche de verano” de Shakespeare: el ridículo y la necedad de las pasiones carnales aparece —bajo la dirección de Peter Brook — cuando Titania se enamora de Bottom convertido en asno; la caricaturización de la obscenidad le arrebata al demonio la máscara trágica y el refulgente manto de ilusionista. De hecho, lo reduce a la triste hipóstasis de un payaso. También nosotros nos podemos reír de Mefisto.
(Traducido de: Nicolae Steinhardt, Jurnalul fericirii, Editura Mănăstirii Rohia, Rohia, 2005, p. 377)