Palabras de espiritualidad

Una forma de honrar y alegrar a nuestros padres

  • Foto: Stefan Cojocariu

    Foto: Stefan Cojocariu

Ya que todo el día te lo pasas con el teléfono en la mano, ¡al menos dale una señal a tu mamá...!

«Pregúntale a tu corazón. ¿Qué hacer? Cada mañana debes ser consciente de que: “Señor, yo podría no haber gozado de este nuevo día, si mi padre y mi madre no me hubieran dado la vida, porque podrían haber decidido abortarme”. Porque hay muchos bebés que no consiguieron ver la luz del sol. Y, si lo piensas bien, y le besas la mano cada mañana a tu madre con tus pensamientos: “Gracias, mamá, porque decidiste traerme al mundo, en vez de matarme”, muchas cosas cambiarán. Aún varios de nuestros pequeños, llamados “niños de la calle”, son conscientes de ese don... Bueno, muchos de ellos tienen un recuerdo doloroso de sus madres, por la forma de vida que llevaban... La mayoría fueron abandonados, o fueron testigos de cómo sus mamás se prostituían, o simplemente eran enviados a mendigar... No podrías imaginarte cuánto sufrieron esos niños, que seguramente hasta odiaban a sus madres... Y, cuando odias a tu madre o a tu padre, la vida se convierte en el peor de los tormentos, porque los odias en tu sangre, en tu mismo origen. Cuando conocí alguno de estos casos, yo intentaba llevarlos a la reconciliación, para que tuvieran una relación lo más normal posible. Y les preguntaba (a los niños) si les habría gustado no existir, si hubiera sido mejor que no nacieran. Y ellos respondían: “¡No, no, no! ¡Me alegra haber nacido, existir!”. Y les explicaba: “Si tu madre te hubiera abortado, porque podría haberlo hecho, tú no existirías”. “¡Ahhh! ¡Entonces, se lo agradezco a mamá!”. Tenían, así, un motivo para agradecer. Y yo creo que tú tienes más motivos para estar agradecido, ¿no? Luego, como decía el padre Vasile Mihoc en una conferencia reciente, ¡dale a tu madre una pequeña alegría, así sea una breve llamada por teléfono! Ya que todo el día te lo pasas con el teléfono en la mano, ¡al menos dale una señal a tu mamá, un timbrazo! ¿Sí? Y dile: “Mamá, cada vez que recibas un timbrazo de parte mía, es que te estoy diciendo: Mamá, te amo y estoy pensando en ti”. O si descubres en ti algo que no te gusta de tu madre o de tu padre, no los juzgues, mejor di: “Señor, gracias porque yo, con Tu ayuda, podré trabajar para sanar este defecto de mi mamá”. No digas nunca: “¡Nunca haré lo mismo que mamá!”, porque, cuando menos lo esperes, te darás cuenta de que estás haciendo exactamente lo mismo que no te gusta de tu ella. ¡No juzgues a tus padres, mejor hónralos! ¡Honrémoslos, porque no son ellos quienes nos lo piden, sino Dios! Dios no nos pide amar a nuestros padres más que a nuestro prójimo, incluso nos pide que los dejemos cuando lleguemos a la madurez... y que los honremos. Pregúntale a Dios: “Señor, ¿en qué consiste honrar a mis padres”, y Él te responderá. ¡Espero que lo logres!».

(Traducido de: Monahia Siluan Vlad, Meşteşugul bucuriei vol. 2, Editura Doxologia, Iaşi, 2009, p. 32-33)