Palabras de espiritualidad

Una hermosa exhortación a sentir la presencia de Dios

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

No basta con saber que tienes a Cristo en tu corazón, si no eres capaz de sentirlo.

Que “el hombre debe guarecerse tras la muralla del discernimiento” está escrito en el Tratado sobre el Santo Bautismo, de San Marcos el Asceta. También ahí se nos dice que la mente, cual sacerdote, debe oficiar sobre la mesa del Santo Altar, es decir, el corazón. El corazón es la mesa del Santo Altar en el hombre; la mente es el sacerdote que oficia sobre esa mesa, y todo esto tiene lugar cuando el hombre se retira detrás de los muros del discernimiento, cuando alcanza un equilibrio, cuando llega a un estado espiritual que favorece la presencia de Dios y, especialmente, le hace consciente de esa presencia de Dios. Porque no basta con saber que tienes a Cristo en tu corazón, si no eres capaz de sentirlo. Si no sientes Su presencia, es que tu corazón no es sensible. Los Santos Padres dicen que dicha insensibilidad o desidia es la peor consecuencia del pecado. Es como un entumecimiento interior que te impide sentir la presencia de Dios y saber que te hallas ante Él. Es algo que no te deja percibir que Dios viene a ti con Su palabra y que nuestro Señor Jesucristo te habla directamente cuando lees la Santa Escritura.

Cierta vez, a nuestro monasterio vino un obispo armenio, junto con el metropolittano Nicolae Mladin —¡que Dios le conceda el descanso eterno!—, y nos contó que en su país hay una leyenda muy interesante: San Gregorio el Iluminador, quien evangelizó aquel territorio, literalmente “salió” de un texto escrito por él mismo, para explicarle a un niño lo que este no conseguía entender. Es una cosa bellísima, algo que nos llena de gran regocijo, que se diga que San Gregorio, quien escribió ese libro, “salió” de sus páginas para explicárselo a un pequeño cristiano. Y tal como San Gregorio salió de las páginas de un libro, cualquier persona que escribe algo es como si “saliera” de los pensamientos ahí plasmados. Se esconde en todas esas ideas, y, cuando tú abres las páginas del libro, es como si su autor “saliera” a tu encuentro y te las explicara.

(Traducido de: Arhimandritul Teofil PărăianCum putem deveni mai buni – Mijloace de îmbunătățire sufletească, Editura Agaton, pp. 138-139)