Palabras de espiritualidad

Una historia sobre lo humano y las buenas acciones

    • Foto: Doxologia

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Cada uno debe ganar sus propios actos buenos, en pureza, para no esforzarse inútilmente.

Dijo Daniel, discípulo de San Arsenio, que éste último les relató cómo cierta vez, un monje (seguramente, él mismo), escuchó una voz en su celda, que le dijo, “¡Ven y te mostraré lo que es lo humano!”

Levantóse el monje y, saliendo, un ángel del Señor le señaló a un sujeto que, habiendo cortado varios trozos de leña, no lograba levantarlos, a pesar de esforzarse indeciblemente en ello. Porque, en vez de detenerse de cuando en cuando para acarrear los trozos que iba cortando, los seguía amontonando. Luego le mostró un hombre que sacaba agua de un pozo, para después verterla en una cubeta rota, de tal forma que el agua volvía a caer adentro del aljibe. Después de esto, el ángel le dijo, “Espera un momento, aún tengo algo por mostrarte”. Y le señaló dos hombres que intentaban introducir horizontalmente un tronco por las puertas de una iglesia, sin conseguirlo.

El que cortaba leña es ése que vive en el pecado y que, en vez de arrepentirse, sigue amontonando falta tras falta. El que sacaba agua del pozo con un cubo agrietado, es ése que, aunque procura hacer buenas obras, no se aleja del pecado, y por eso pierde la recompensa de Dios por sus actos.Y los dos con el tronco, son esos que mezclan las buenas obras con el orgullo, evitando andar el camino espiritual de la humildad, por lo que se quedan fuera del Reino de Dios. Entonces, que cada uno, en pureza, se gane sus buenas obras, para no esforzarse en vano.

(Traducido de: Î.P.S. Pimen Arhiepiscop al Sucevei şi Rădăuţilor, Din cuvintele duhovniceşti ale Sfinţilor Părinţi, Editura Arhiepiscopiei Sucevei si Radautilor, Suceava, 2003, p. 104)