Palabras de espiritualidad

Una lección de humildad y de la forma cómo comportarnos con los otros

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Concluía el abbá Macario: “Con una mala palabra puedes hacer malo al que es bueno, y con una buena palabra puedes hacer bueno al que es malo”.

Un día, el abbá Macario de Egipto decidió subir a la montaña de Nitria con su discípulo. Cuando ya estaban cerca de aquel lugar, le dijo a su pupilo: “¡Adelántate un poco!”. Así lo hizo el monje. Pero, cuando este había avanzado un corto trecho, se encontró con un esclavo de los griegos, quien venía bajando de la montaña. Entonces, sin razón alguna, el monje empezó a gritarle al esclavo: “¡Tú, demonio! ¡Sí, tú, demonio! ¿A dónde vas tan rápido?”. Al escuchar estos improperios, el esclavo detuvo su marcha y, abalanzándose sobre el monje, lo vapuleó hasta dejarlo medio muerto. Después, retomó su camino y en poco tiempo se encontró con el abbáMacario, quien venía subiendo a paso lento. Al ver al esclavo, el anciano le dijo: “¡Deseo que puedas salvarte, tú que tanto te afanas!”. El hombre, al escuchar parabienes en vez de improperios, se detuvo y le dijo al anciano: “¿Qué cosa buena has visto en mí, para encomiarme de esta manera?”. Y el anciano le respondió: “Te he visto trabajar… y no sabes que te esfuerzas en vano”. Entonces, el hombre dijo: “Tus palabras me han llenado de humildad, porque ahora sé que vienes de parte de Dios. Pero hace un rato me encontré con otro monje, quien me ofendió de una forma muy desagradable y, habiendo perdido los estribos, le propiné una golpiza terrible”. El anciano entendió en el acto que se trataba de su discípulo. Conmovido, el esclavo se arrojó a los pies del abbá y, abrazándole las piernas con fuerza, le suplicó: “¡No te dejaré ir si no aceptas hacerme un monje a mí también!”. El abbá aceptó la petición del esclavo, y juntos fueron a buscar a su discípulo, para llevarlo a la iglesia de la monaña. El maltrecho monje, al ver a su padre espiritual viniendo en compañía de quien le había dejado en tan mal estado, se quedo atónito. Con el tiempo, el esclavo fue tonsurado y, después de él, muchos más griegos. Concluía el abbá Macario: “Con una mala palabra puedes hacer malo al que es bueno, y con una buena palabra puedes hacer bueno al que es malo”.

(Traducido de: Patericul, ediția a IV-a rev., Editura Reîntregirea, Alba-Iulia, 2004, p. 149)