Una lengua afilada: el peor enemigo para la vida en familia
Los esposos deben ver en su matrimonio precisamente esto: una escuela de vida cristiana. Sí, aunque esa escuela no siempre sea una cosa fácil...
Los esposos no tienen permitido, en ningún caso, el decirse groserías o insultos, mucho menos hacerse gestos violentos. Un gran mal en las relaciones conyugales lo constituye una lengua descontrolada, cuando los esposos, llenos de ira, se arrojan mutuamente toda clase de improperios. Las heridas que dejan esa clase de señalamientos siempre tardan mucho en sanar.
La Biblia atribuye a las palabras el siguiente efecto: “Las palabras imprudentes hieren como una espada, la lengua de los sabios cura las heridas” (Proverbios 12, 18). Por tal tazón. cuando sientas que se enciende la maldad, es mejor callar un poco e intentar calmarte (como sorbiendo un poco de agua, pero sin tragártela, sino que manteniéndola en la boca); posteriormente, orando, puedes decir con un tono afable sólo lo que sea útil.
Lo mejor es apartar ese torrente de reproches y “sermones” con una simple fórmula mágica: “¡Perdóname!”, que, sin embargo, resulta difícil de pronunciar. En general, es necesario recordar que el medio familiar representa las condiciones en las que el hombre aprende a vivir en la virtud. Los esposos deben ver en su matrimonio precisamente esto: una escuela de vida cristiana. Sí, aunque esa escuela no siempre sea una cosa fácil...
(Traducido de: Cum să ne întemeiem o familie ortodoxă: 250 de sfaturi înţelepte pentru soţ şi soţie de la sfinţi şi mari duhovnici, traducere din limba rusă de Adrian Tănăsescu-Vlas, Editura Sophia, Bucureşti, 2011, p. 114)