Una pasión que devasta nuestra alma
Todas las demás pasiones son reprendidas inmediatamente por la conciencia. La vanidad, por el contrario, pareciera causarnos cierto placer.
La vanidad es, en pocas palabras, la búsqueda de los elogios de los demás. Es, además, alegrarse con las lisonjas, así como sentir amor por la honra de este mundo, las vestimentas elegantes y el lujo en general. También se caracteriza por ser el deseo de tener sirvientes y recibir toda clase de atenciones; es regocijarse por tener un rostro bello, una voz dulce, o cualquier otro atributo físico que los otros puedan admirar. Es una inclinación viciosa a las ciencias y artes de este mundo banal, buscando en ellas algo que nos ofrezca un poco de la gloria de este mundo pasajero; es querer agradar a todos, o mostrarnos altivos por lo que creemos ser, etc.
Todas las demás pasiones son reprendidas inmediatamente por la conciencia. La vanidad, por el contrario, pareciera causarnos cierto placer. Por eso, la mejor forma de reconocerla es cuando falta la bienaventurada humildad en el corazón, cuando no hay en el alma esperanza ni arrepentimiento por los pecados cometidos. La vanidad se alimenta con la adulación, la riqueza, el abolengo o la alcurnia de donde se procede.
(Traducido de: Sfântul Cuvios Nil Pustnicul, 1000 de întrebări și răspunsuri despre viața duhovnicească, Editura Egumenița, Traducere de Cristea Florentina, pp. 195-196)