Palabras de espiritualidad

Una recomendación necesaria, en lo que respecta a la oración de nuestros hijos

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

En muchas familias las cosas son totalmente distintas. Los padres se esfuerzan en enseñarles a sus hijos a orar lo más posible, desde muy pequeños. Y el rechazo en los pequeños aparece pronto, muy pronto.

Por extraño que parezca, la persecución que a tantas personas les impidió practicar libremente su pertenencia religiosa, fue, a pesar de todo, de alguna utilidad para quienes permanecieron en la Iglesia en aquellos tiempos aciagos. Hoy en día, las cosas son distintas.

Mi mamá me enseñó a orar desde que era muy pequeño. Recuerdo que cada mañana y cada noche nos poníamos de rodilllas y elevábamos nuestras oraciones a Dios. Me acuerdo de mi mamá enseñándonos a repetir el “Padre nuestro” y el “Madre de Dios, Virgen”, oraciones que fueron parte de mi vida diaria hasta la edad adulta. Con el tiempo, aprendí también el “Credo” y fui agregando algunas palabras propias, con las que pedía por mis parientes y amigos. Y también con el tiempo me di cuenta de que jamás había leído las “Oraciones de la mañana” y las “Oraciones de la noche” que aparecen en cualquier librito de oraciones ortodoxo. Era ya grande cuando empecé a hacerlas, justamente porque me pareció que no estaba orando lo suficiente. Un día, tomé el libro de oraciones de la casa y descubrí esas invocaciones y plegarias, que, voluntariamente, empecé a leer desde entonces.

Sé bien que en muchas familias las cosas son totalmente distintas. Los padres se esfuerzan en enseñarles a sus hijos a orar lo más posible, desde muy pequeños. Y el rechazo en los pequeños aparece pronto, muy pronto. Por esta razón, un stárets muy conocido le prescribió a uno de sus hijos espirituales, un hombre muy devoto, lo siguiente: “No es necesario que repitas tantas oraciones. Basta con el ‘Padre nuestro’ y el ‘Madre de Dios, Virgen, regocíjate’. No hace falta que hagas más oraciones”.

(Traducido de: Protoiereu Vladimir Vorobiev, Duhovnicul și ucenicul, Editura Sophia, București, 2009, pp. 47-48)