Una recomendación para cuando tengamos que enseñarles a orar a nuestros hijos
Hay padres que se esmeran en enseñarles a sus hijos a memorizar largas oraciones, ya desde muy pequeños. ¿Y qué es lo que sucede? Que el rechazo a orar va apareciendo cada vez a edades más tempranas.
Aunque parezca extraño, la persecución que impidió que muchas personas cultivaran y manifestaran su fe, de cierta manera fue de gran provecho para aquellos que permanecieron en el seno de la Iglesia. Lamentablemente, hoy en día las cosas han cambiado mucho.
Mi mamá me enseñó a orar desde que era muy pequeño. Me acuerdo de las oraciones que hacía todos los días, en la mañana y en la noche… Aún recuerdo a mi madre enseñándome el “Padre nuestro” y el “Madre de Dios, Virgen…”. Esas oraciones me acompañaron en todo mi crecimiento, hasta que me hice adulto. Entre tanto, también aprendí el “Credo” y otras breves plegarias que solía elevar por mis familiares y amigos. Sin embargo, durante todos esos años, en ningún momento hice las oraciones de la mañana y de la noche que aparecen en cualquier libro ortodoxo de oraciones. Las comencé a hacer ya de grande, cuando me pareció que no oraba lo suficiente. En algún momento recordé que en los libros de la Iglesia hay algunas oraciones, y así fue como descubrí esas oraciones más largas, las cuales empecé a recitar por mi propio deseo de hacerlo.
Sé que, en muchas familias, hoy en día las cosas no son así. Hay padres que se esmeran en enseñarles a sus hijos a memorizar largas oraciones, ya desde muy pequeños. ¿Y qué es lo que sucede? Que el rechazo a orar va apareciendo cada vez a edades más tempranas. Por ese mismo motivo, un conocido stárets le prescribió lo siguiente a uno de sus hijos espirituales: “No hace falta que ores en gran cantidad. Repite solamente el ‘Padre nuestro’ y el ‘Madre de Dios, Virgen, regocíjate’. No te afanes en orar más. Con esto es suficiente”.
(Traducido de: Protoiereu Vladimir Vorobiev, Duhovnicul și ucenicul, Editura Sophia, București, 2009, pp. 47-48)