Una riqueza que no se puede medir
De esta forma logramos ser, al mismo tiempo, ricos, pero también libres de toda riqueza.
No podemos llevar una vida de oración, no nos podemos dirigir hacia Dios, sino en la medida en que nos libramos de todo sometimiento, para tener así las dos manos libres, para poder ofrecer también un corazón totalmente abierto —y no como si fuera una bolsa que no nos atrevemos a mantener abierta, por temor a que se nos caiga alguna moneda, sino como si se tratara de una bolsa siembre abierta, pero vacía— y, al mismo tiempo, para mantener nuestra mente abierta a lo desconocido y lo imprevisto. De esta forma logramos ser, al mismo tiempo, ricos, pero también libres de toda riqueza.
(Traducido de: Mitropolitul Antonie de Suroj, Școala rugăciunii, traducere de Gheorghe Fedorovici, Editura Sophia, București, 2006, pp. 56-57)