Palabras de espiritualidad

Una sencilla forma de aprender a vivir la oración

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

Tengo tres, cuatro o cinco frases como guía para este día. Trataré de vivir esta, la primera, desde el momento en que la leí hasta las diez de la mañana. Luego pasaré a la siguiente, y después otra más”.

En la Iglesia Ortodoxa tenemos oraciones de la mañana y de la noche, que suelen ser más largas que las que normalmente se usan en Occidente. Su lectura toma, por lo general, alrededor de media hora por la mañana y otro tanto por la noche. El creyente procura aprenderlas de memoria, para poder recurrir a ellas también en otros momentos del día. Pero no basta con saberlas de memoria. Una oración solo dice algo en la medida en que es vivida. De otro modo, si no se vive, si la vida y la oración no están íntimamente entrelazadas, nuestras plegarias se convierten en una especie de acto artístico y ceremonial que le ofrecemos a Dios en los ratos en que “tenemos un poco de tiempo”.

A lo largo del día, debes tratar de ser digno de cada una de las expresiones que usaste en tus oraciones matinales. Por eso, además de aprender muchos de estos pasajes significativos, es necesario formarse este hábito: cuando descubras una frase que tenga sentido para ti —ya sea en las páginas del Antiguo o del Nuevo Testamento, o entre las oraciones de la Liturgia—, aplícala sin vacilar, tanto como puedas. En un primer momento, podrías pensar que puedes hacerlo durante todo un día, pero en realidad es algo increíblemente difícil. Si pudieras retener una sola frase de una oración, sin que pierda su sentido, durante una hora entera, ¡sería maravilloso! Pero hazlo: di para ti mismo, “He leído esta oración, mi corazón está preparado; durante media hora procuraré que mi corazón permanezca abierto a Dios y dispuesto a escuchar Su voluntad”.

Media hora, no más; luego date un respiro y pasa a otra cosa. Porque si intentas mantener tu atención fija en una frase total y exigente por demasiado tiempo, terminarás diciéndote: “es demasiado, no puedo”, y acabarás sin haber logrado nada. En cambio, si te dices: “Tengo tres, cuatro o cinco frases como guía para este día. Trataré de vivir esta, la primera, desde el momento en que la leí hasta las diez de la mañana. Luego pasaré a la siguiente, y después otra más”, entonces todos los pensamientos y sentimientos que los santos han expresado en sus oraciones comenzarán a cobrar vida en ti. Verás cómo empiezan a penetrar profundamente en tu voluntad y a modelar tu ser, tu cuerpo y tu espíritu, porque es en tu propio cuerpo donde deben cumplirse los mandamientos.

(Traducido de: Mitropolitul Antonie de Suroj, Școala rugăciunii, Editura Sophia, Bucureşti, 2006, pp. 76-77)