Volver a Dios
“¡Ay de mí! ¡Tengo en mis manos el arma más poderosa, y no puedo vencer a un simple demonio! ¡Y no sólo no puedo vencerlo, sino que me atrae y me lleva a donde quiere! ¡Cuánto he pecado contra Ti, Dios mío!”.
Había una vez un monje inmerso en tal nivel de indolencia, que, renunciando a hacer su canon de oraciones, decidió volver al mundo. Así, se dirigió hacia su lugar natal, Kefalonia, a donde acudían muchas personas poseídas por el maligno, para ser sanadas milagrosamente por San Gerásimo. Sabedor de esto, el monje quiso ir a venerar al santo, pero de camino se encontró con una mujer poseída, quien le dijo: “¿Sabes qué es lo que tienes en tu mano? ¡Ah, si tan sólo supieras, so miserable, lo que tienes en la mano! ¡Si supieras cuánto me atormenta esa cuerda de oración que llevas contigo por costumbre, por rutina!”. El monje se quedó como de piedra. Dios quiso que aquel espíritu impuro le hablara así y le ayudara a espabilar. Entonces, pensó: “¡Ay de mí! ¡Tengo en mis manos el arma más poderosa, y no puedo vencer a un simple demonio! ¡Y no sólo no puedo vencerlo, sino que me atrae y me lleva a donde quiere! ¡Cuánto he pecado contra Ti, Dios mío!”. Arrepentido, dio media vuelta y regresó al monasterio.
(Traducido de: Avva Efrem Filotheitul, Sfaturi duhovnicești, traducere de Preot Victor Manolache, Editura Egumenița, Galați, 2012, pp. 45-46)