¿Y si mi conciencia no me advierte que estoy pecando?
Si la luz es tenue, resulta muy difícil distinguir el bien del mal. Luego, cuando la conciencia es íntegra, precisa, y no está pervertida, se puede atender lo que nos dice.
¿Es pecado solamente eso que la conciencia nos dice que es pecado?
—Sí, pero hay una condición esencial en esto. Que el “foco” de nuestra conciencia —porque la conciencia es como una bombilla muy luminosa— no esté ni cubierto ni empañado por nada, porque no podrá alumbrar correctamente. Y si la luz es tenue, resulta muy difícil distinguir el bien del mal. Luego, cuando la conciencia es íntegra, precisa, y no está pervertida, es aplicable eso que dices. Es pecado solamente aquello que nuestra conciencia dice que es pecado. Hay muchas personas que tienen una conciencia tan pervertida, que hacen el mal, y después preguntan: “¿Qué? ¿Esto es pecado?”.
Si, por ejemplo, hay algo que sé que es pecado, porque así me lo ha enseñado mi confesor, o mis padres, o el maestro de religión, pero, a pesar de todo, mi conciencia no me advierte nada, ¿estoy pecando?
—Tu conciencia no te advierte que lo que haces es pecado, debido a que no puede iluminar totalmente tu alma. Es posible que el sacerdote, o tus padres, o tu maestro de religión te digan que determinada cosa no es pecado… Dejémoslo como una excepción. También esto es posible. Pero el asunto se resuelve, como dije antes, preguntándonos qué diría Cristo, qué respondería Él ante tu duda. También se puede acudir a algún padre espiritual experimentado. ¿Cómo preguntarle? “Padre, ¿qué dice la Biblia de…?”. Y no: “¿Qué opina usted de…?”. Y él responderá: “La Biblia dice esto y esto”. Desde luego, la Iglesia procede de dos maneras: con acribia (rigor) o con oikonomia (flexibilidad, indulgencia). Pero esto depende de cada caso en particular. Cuando el hombre es débil, hay que ser más transigentes con el canon de penitencia, de acuerdo a sus posibilidades. Cuando el hombre está lleno de autoconfianza, aunque no sea orgulloso, se debe proceder con él más rigurosamente, para que pueda dar frutos.
(Traducido de: Părintele Nicolae Tănase, Soțul ideal, soția ideală, Editura Anastasis, Sibiu, 2011, p. 193)