Más de 30 000 peregrinos participaron este año en la Divina Liturgia dedicada a Santa Parascheva
La fiesta patronal de Iași, la celebración de Santa Parascheva (Paraskeva), reunió este año una inmensa multitud de fieles, quienes participaron en la Divina Liturgia oficiada por una congregación de 27 jerarcas provenientes tanto de Rumanía como de otros países. Según estimaciones oficiales, más de 170 000 peregrinos pasaron a venerar las reliquias de Santa Parascheva y del Santo Jerarca Gregorio Palamás.
La fiesta de la capital de Moldova reunió, en estos días, a cientos de miles de fieles de todo el mundo ortodoxo, quienes vinieron a venerar las reliquias de Santa Parascheva y de San Gregorio Palamás. El momento central de la peregrinación, la Divina Liturgia, fue oficiada en un podio situado frente a la Catedral Metropolitana, por una congregación de 27 jerarcas, además de un gran número de sacerdotes y diáconos. La celebración de la Divina Liturgia presidida por Su Alta Eminencia Filoteos, Metropolitano de Tesalónica.
Después de la lectura del Santo Evangelio, el padre Filoteos, Metropolitano de Tesalónica, al pronunciar su homilía, subrayó el hecho de que Santa Parascheva es la imagen viva de quien decide seguir a Cristo tomando su propia cruz:
«Santa Parascheva, a quien hoy conmemoramos, es un luminoso ejemplo de lo que significa tomar la Cruz y seguir a Cristo. A ella le tocó vivir tiempos muy difíciles, cuando la fe y la devoción eran atacadas por la influencia y la indiferencia del espíritu de este mundo. Y, sin embargo, ella supo renunciar a lo vacío de una vida pasajera, para dedicarse enteramente a la oración y a la vida ascética del esfuerzo y el amor al prójimo. Su renuncia a sí misma fue total: se entregó completamente, tanto con su cuerpo, al ayuno y el sacrificio, como con su voluntad, al amor de Dios. Santa Parascheva es un faro, un consuelo para los fieles. Su presencia, asociada con incontables milagros, ha sido siempre una prueba viva de que Cristo no abandona a los fieles que saben cargar, con fe y paciencia, su propia Cruz.
Sin embargo, la Palabra del Señor no se detiene en la mera invitación a cargar nuestra Cruz. Va más profundamente. Nuestro Señor dice: “Quien quera salvar su vida, la perderá, y quien la pierda […], la salvará”. ¡Qué palabras tan opuestas a la lógica humana! El mundo nos insta a “salvar la vida”, y Cristo nos exhorta a darla, compartirla. El mundo nos dice que tenemos que vivir para nosotros mismos, en tanto que Cristo nos llama a vivir para Él. Santa Parascheva vivió justamente esta paradoja: aunque perdió sus bienes materiales y lo que corresponde a la vida exterior, obtuvo la vida verdadera, la eternidad.
También San Gregorio Palamás nos habla del camino de la Cruz, de la renuncia, de entregar la vida y de la deificación cristiana. San Gregorio, Arzobispo de Tesalónica en el siglo XIV, al enfatizar la dimensión espiritual y mística del viaje con Cristo, nos enseña que la Gracia de Dios es no-creada y celestial, y que es participada a los corazones puros, libres de pecado. Cuando el hombre renuncia a sí mismo, cuando se purifica de sus pasiones y vuelve su mente a Dios, es iluminado por la acción no-creada del Espíritu Santo y por la luz de la Transfiguración.
En este camino de la Cruz y la santidad se encontraron y se pueden ver profundamente relacionados Santa Parascheva, conmemorada hoy, y San Gregorio Palamás, cuyas reliquias están presentes para ser veneradas. Santa Parascheva fue santificada y purificó su cuerpo y todo lo exterior con el esfuerzo asçetico, y todo lo interior con la humildad y la oración. San Gregorio Palamás, por su parte, fue santificado con la visión y la contemplación de la luz divina. Indiferentemente del modo en el que vivieron y llegaron a Dios, ambos nos recuerdan que la Ortodoxia no es teoría, sino vida, no es filosofía, sino una participación en la energía y la labor divina del Espíritu Santo».
Al finalizar la Divina Liturgia, Su Alta Eminencia Teófano dirigió unas palabras de agradecimiento a los miles de peregrinos que elevaron sus oraciones juntos y, espceialmente, a quienes soportaron pacientemente el frío otoñal y la lluvia, esperando largas horas para poder venerar las reliquias de ambos santos:
Cuando vienen a Iași para dar gracias, para confesar su fe o para pedir la ayuda de Dios a través de las oraciones de los santos, los peregrinos están convencidos de que volverán a sus hogares enriquecidos espiritualmente, con nuevas fuerzas para llevar adelante la cruz de la vida con humildad, esperanza y valentía.
Los peregrinos viven un momento de alegría al tocar con sus manos, con sus labios, con su alma y con su corazón, las benditas reliquias de los santos. Y vuelven a casa compartiendo con otros la alegría recibida. “La misión del ser humano en la tierra”, decía el bondadoso padre Sofian el Santo, “es ofrecer la mayor alegría posible al prójimo. Toda alegría que damos a otro vuelve también a nosotros”.
Con esa alegría en el corazón, los peregrinos comprenden —de manera consciente o incluso sin darse cuenta— que Santa Parascheva les revela que existe un poder distinto al de las armas, al del dinero o al de la diplomacia: el poder de la humildad, la fuerza de la oración, el diamante de la delicadeza del alma. Desde hace más de mil años, este poder conmueve los corazones y las mentes de millones de personas a lo largo del año, y especialmente a mediados de octubre, aquí en Iași, o en otros lugares donde, con el paso del tiempo, descansaron las santas reliquias de Santa Parascheva: en Constantinopla, en Târnovo, en Vidin, en Belgrado, y ahora, aquí en Iași.
A su vez, San Gregorio Palamás —gran asceta del Monte Athos, teólogo y arzobispo de Tesalónica en el siglo XIV— nos transmite, a través de los siglos, algunas verdades fundamentales, válidas en su tiempo y tan necesarias también hoy.
San Gregorio proclama la grandeza del ser humano como criatura de Dios. El hombre es hijo de Dios, amigo de Dios. Está llamado a unirse con Él, a ser revestido con la gracia luminosa de Dios, a recibir el consuelo del Espíritu Santo, a llegar a ser dios por la gracia. En segundo lugar, San Gregorio nos enseña que las cosas superficiales —el confort, la comodidad— no son la esencia de la vida. Al contrario, atrofian la vida interior, la vuelven gris, insípida, sin profundidad ni contenido real. Y en tercer lugar, nos recuerda que para el equilibrio de la vida es necesaria la búsqueda y el hallazgo de espacios de silencio, ya sea interiores o exteriores».