¡Abre tu corazón al necesitado!
Hermano, parte tu pan para el hambriento y acoge en tu casa al que no tiene hogar, ¡pero hazlo con todo el fervor de tu alma!
“Bienaventurados los misericordiosos, pues ellos recibirán misericordia”, dice la Escritura. La misericordia no es la última virtud mencionada en las “Bienaventuranzas”. Y: “Dichoso de aquel que socorre al pobre y al necesitado”.
“Bueno es aquel que se apiada y presta”, y: “A todas horas siente compasión, y da prestado”. Hagámonos con esa felicidad, volvámonos sensatos, seamos buenos. Que nuestra piedad no se detenga ni siquiera de noche. No digamos (al necesitado): “Regresa mañana para que pueda darte algo”, no sea que surja algo que se entrometa entre nuestra intención y la acción que queremos hacer. El amor al prójimo es algo que no admite ser postergado.
Por eso, hermano, parte tu pan para el hambriento y acoge en tu casa al que no tiene hogar, pero hazlo con todo el fervor de tu alma. Porque, como dice la Escritura, la caridad debe practicarse con afán; solo así el bien que hagas valdrá el doble, justamente por el esmero que pones en ayudar a tu hermano. Recuerda que el bien hecho con fastidio o a la fuerza carece del don divino y de todo provecho, porque la generosidad se hace con alegría, no con lágrimas en los ojos.
(Traducido de: Sfântul Grigorie Teologul, Despre iubirea de săraci, traducere și adaptare de Preot Dr. Gheorghe Tilea, Editura Arhiepiscopiei Sucevei și Rădăuților, Suceava, 2006, p. 39)