Palabras de espiritualidad

¿Acaso estás enseñándole a tu hijo a ser envidioso?

    • Foto: Silviu Cluci

      Foto: Silviu Cluci

¿Cómo sorprendernos si la envidia y la maldad comienzan a enraizarse en sus delicadas almas, que reciben más cosas malas que buenas?

No les enseñes a tus hijos, con tu ejemplo, a ser envidiosos. Si los niños escuchan constantemente que papá y mamá hablan con maldad o envidia de los vecinos, de sus compañeros de trabajo o amigos; si los padres pobres se permiten hablar con envidia, frente a sus hijos, de personas conocidas que tienen una mejor situación material, descargando ante ellos toda su frustración material... En fin, si los niños no escuchan en casa, a cada instante, más que palabras llenas de envidia y maldad sobre sus semejantes, ¿cómo sorprendernos si la envidia y la maldad comienzan a enraizarse en sus delicadas almas, que reciben más cosas malas que buenas?

A menudo, los padres carentes de sabiduría llenan el alma de su hijo con el veneno de la envida, por ejemplo, a la hora de comer. Cuando el niño no quiere comer, porque se siente lleno o porque no le gustan los alimentos que se le sirven, usualmente se le dice: “¡Si no te comes eso en este instante, me lo comeré yo!” o “¡Se lo daré a tu hermano/al sirviente/al gato!”, etc. Y he aquí que, temiendo que otro resulte comiéndose lo que se le había servido a él, el niño comienza a comer a toda prisa. Y, al terminar, se le encomia: “¡Bravo! ¡Qué niño tan bueno, ya verás cómo creces alto y fuerte!”. Pero ¿no es esto encender los malos sentimientos en su interior? ¿Acaso no comenzará a pensar que cada vez que evite que otro venga y se coma lo que él había rechazado, volverá a ganarse más y más elogios?

(Traducido de: Sfântul Vladimir, Mitropolitul Kievului, Despre educație, Editura Sofia, 2006, pp. 152-153)