¿Acaso podemos alcanzar el nivel del amor de la Madre del Señor?
Nosotros no tenemos cómo alcanzar la plenitud del amor de la Madre del Señor y por eso no podemos entender completamente su tristeza.
Cuando el alma se mantiene en el amor de Dios, ¡qué bueno, qué agradable y qué feliz es todo para ella! Pero también en el amor de Dios hay tristezas, y, mientras más grande es el amor, más grandes también son esas tristezas. La Madre del Señor no pecó jamás, ni siquiera con un solo pensamiento; ella jamás perdió la Gracia, pero también en ella hubo grandes tristezas. Y cuando estaba a un lado de la Cruz, la tristeza en su corazón era inmensa como un océano y los sufrimientos de su alma eran incomparablemente más grandes que el dolor de Adán al ser expulsado del Paraíso, porque también su amor era incomparablemente más grande que el amor de Adán en el Paraíso. Y si sobrevivió a esos sufrimientos, fue solamente porque el poder del Señor la fortaleció, porque él quería que ella viera Su Resurrección y permaneciera en este mundo, después de Su Ascensión, para consuelo y alegría de los apóstoles y del nuevo pueblo cristiano.
Nosotros no tenemos cómo alcanzar la plenitud del amor de la Madre del Señor y por eso no podemos entender completamente su tristeza. Su amor era inconmensurable. Ella amaba sin límites a su Hijo y Dios, pero también era grande su amor por los demás. ¿Y qué no habrá vivido y sentido, cuando aquellos a los que había amado mucho, y cuya salvación deseaba con fervor, crucificaron a su Hijo muy amado? Esto es algo que no podemos entender, porque en nosotros el amor a Dios y a nuestros semejantes es muy reducido.
Entonces, tal como el amor de la Madre del Señor es inconmensurable y difícil de comprender, así también su tristeza es inconmensurable e incomprensible para nosotros.
(Traducido de: Sfântul Cuvios Siluan Athonitul, Între iadul deznădejdii și iadul smereniei, Editura Deisis, Sibiu, 2000, p. 141)