“¡Acérquense, hermanos, quiero que aprendan lo que es discutir desde el amor!”
Así es como vivían los cristianos de antes, guiados por las palabras del Santo Apóstol Pablo: “El amor no busca su propio interés” (I Corintios 13, 5).
El amor no busca su propio interés (I Corintios 13, 5).
En el Paterikón leemos: «Tres monjes fueron a segar los campos de otro, para ganarse lo necesario para subsistir. Uno de ellos se enfermó gravemente desde el primer día de la siega y fue necesario que volviera a su celda a reponerse. Entonces, el segundo monje le dijo al otro: “Nuestro hermano está muy enfermo y no puede trabajar con nosotros. ¿Qué hacemos? ¡Si quieres, podemos trabajar con más tesón y ayudarlo a él también! Con sus oraciones, creo que Dios nos ayudará para que seguemos también su parte”. Y el otro aceptó.
Cuando terminaron todo el trabajo y recibieron su pago, ambios fueron a visitar al enfermo y le dijeron: “¡Toma, aquí está tu parte, hermano!”. Pero él les respondió: “¿Cuál parte, si yo no hice nada?”. Sin embargo, los otros insistieron: “Gracias a tus oraciones, la siega fue muy fructífera”. Pero el enfermo no quiso recibir ni una sola moneda, dando lugar a que entre los tres surgiera una discusión. Así, para resolver el conflicto, fueron a buscar a uno de los más experimentados padres espirituales del monasterio. El enfermo le relató a este cómo todos fueron a trabajar en el campo, y que, viéndose aquejado por una fuerte dolencia, no tuvo más remedio que volver a su celda para descansar y recobrar la salud. Aún así, los otros dos monjes insistían en que también él debía recibir una parte del pago, a pesar de no haber hecho nada. Los otros dos monjes se defendieron así: “Nosotros nos dispusimos a trabajar tres grandes extensiones del campo. Y aunque hubiéramos trabajado los tres, creemos que no habría sido posible teminar tan rápido y sin tanto esfuerzo. Pero, gracias a las oraciones de nuestro hermano enfermo, nosotros dos conseguimos segar todo aquel terreno con mayor rapidez que si lo hubiéramos hecho los tres juntos. Por eso es que le pedimos que acepte su pago… ¡pero él no quiere!”.
Escuchando esto, el stárets se llenó de admiración y le dijo a su discípulo: “¡Ve y toca el simandrón (toaca) para que se reúnan todos los hermanos!”. Cuando toda la comunidad de monjes se congregó, el padre dijo: “¡Acérquense, hermanos, quiero que aprendan lo que es discutir desde el amor!”. Y les relató todo, para aleccionarlos. Después le ordenó al enfermo que aceptara su parte del pago y que la utilizara como creyera conveniente. A este no le quedó más que aceptar con el corazón lleno de rubor y compunción».
Hoy en día todo esto parece difícil de creer. Pero así es como vivían los cristianos de antes, guiados por las palabras del Santo Apóstol Pablo: “El amor no busca su propio interés” (I Corintios 13, 5).
(Traducido de: Arhimandritul Serafim Alexiev, Dragostea - Tâlcuire la Rugăciunea Sfântului Efrem Sirul, Editura Sophia, 2007, p. 77)