¡Agradécele a Dios por todo!
Que tu alma no dude y que tu corazón no se debilite. Además, acuérdate de aquellas palabras del Apóstol: “Aun cuando nuestro hombre exterior se va desmoronando, el hombre interior se va renovando de día en día” (II Corintios 4, 16).
Haz que tu corazón sea fuerte como una roca. Y al decir “roca” me estoy refiriendo a la robustez del alma, para que puedas atender lo que estoy por decirte.
Concéntrate en ti mismo (...) y prepárate para agradecer por todo, escuchando al Apóstol decir: “En todo dad gracias” (I Tesalonicenses 5, 18), “en las persecuciones, las privaciones y las angustias” (II Corintios 6, 4), o en las debilidades y los afanes del cuerpo.
Agradécele a Dios por todo lo que te sobrevenga. Tengo la esperanza de que tambíen tú “heredarás la salvación” (Hebreos 1, 14). “Es necesario que pasemos por muchas tribulaciones para entrar en el Reino de Dios” (Hechos 14, 22). Luego, que tu alma no dude y que tu corazón no se debilite. Además, acuérdate de aquellas palabras del Apóstol: “Aun cuando nuestro hombre exterior se va desmoronando, el hombre interior se va renovando de día en día” (II Corintios 4, 16).
Entonces, si no atraviesas el sufrimiento, no podrás llegar a la cruz. Y, si eres paciente en el sufrimiento, llegarás al puerto de Su consuelo. Y después te llenarás de paz, teniendo tu alma fortalecida y unida al Señor para siempre, rebosante de fe, alegrándose en la esperanza, gozándose en el amor, con la protección de la Santísima Trinidad. Entonces se harán realidad en ti las palabras: “¡Alégrense los cielos, regocíjese la tierra!” (Salmos 95, 11).
(Traducido de: Sfântul Varsanufie, Scrisori duhovniceşti, 2, în Filocalia, vol. XI, p. 28-29)