Apiádate de los pobres, para que por medio suyo también tú recibas misericordia. Cuídate de los que aman las disputas y las riñas, para no verte forzado a salir de tu estado de paz. Soporta sin reticencias el olor de los enfermos, y también el de los pobres, porque también tu alma está vestida con un cuerpo similar.  No enfrentes ni reprendas al que tiene triste el corazón, no sea que también tú seas azotado con el bastón de la angustia y te veas buscando infructosamente el consuelo de los demás.

No te burles de los encorvados, porque con la misma honra seremos enviados al infierno. Ama a los pecadores, pero odia sus pecados, no sea que también tú caigas en la misma tentación que ellos. Acuérdate de que también tú eres un hombre como todos, y haz el bien a tus semejantes. No amonestes a los que necesitan tus oraciones y tu consuelo, no sea que al morir ellos tú debas responder por sus almas. Mejor haz lo mismo que los médicos, quienes curan los resfriados con calor y la fiebre con medicamentos fríos.

(Traducido de: Sfântul Isaac Sirul, Cuvinte despre nevoință, Editura Bunavestire, Bacău, 1997, p. 54)