Palabras de espiritualidad

Algunas normas simples para la vida del cristiano

  • Foto: Silviu Cluci

    Foto: Silviu Cluci

Si no se ayudan unos a otros en el camino a la salvación, tendrán que rendir cuentas ante Cristo de las almas que se pierdan.

Una vez, el padre Nicodemo Măndiţă le dijo a uno de sus discípulos:

—Hijo, yo no te voy a ordenar que hagas muchas postraciones y ayunes con severidad. Porque el oso sigue siendo oso y la serpiente, serpiente. ¡Pero, cuando te atacan, los dos muerden! Lo mismo pasa con el hombre: a veces ayuna mucho, pero su corazón sigue lleno de maldad; y, cuando vuelve a comer de todo, se va al extremo y termina cayendo en el pecado de la gula. Luego, tú ayuna y ora según tus posibilidades, pero primero lee la Santa Escritura y a los Santos Padres. Así es como aprenderás por ti mismo lo que tienes que hacer, cómo orar y cuánto ayunar, de qué cuidarte y cómo alcanzar la salvación de tu alma.

A otro le dijo:

—Hermano, no te daré más canon que leer el Nuevo Testamento cinco veces. Cuatro veces, para que sean las cuatro paredes de tu casa, y la quinta, para que sea el techo del hogar de tu alma.

Una anciana muy modesta le pretungó:

—Padre, ¿cómo puedo hacer para leer el Nuevo Testamento, si yo no sé ni leer ni escribir?

Y él le respondió:

—Pero cuando recibes una carta de tu hijo que está en el extranjero, ¿no se la llevas a un vecino para que te la lea? Eso mismo es lo que debes hacer con el Nuevo Testamento. Pídele a alguien que, por amor, te lo lea, y ambos obtendrán un gran provecho de ello.

Se dice que, cuando alguien le preguntaba algo, el padre Nicodemo no le respondía inmediatamente y de manera concisa, sino que lo remitía a los textos de la Biblia, los cánones de la Iglesia y los Santos Padres, para que la persona aprendiera por sí misma y descubriera la respuesta que necesitaba.

Además, se cuenta que nunca llamaba a nadie a la Confesión, para que no pareciera que estaba obligando a la persona a confesarse. Tampoco les preguntaba a otros por sus hijos espirituales, sino que dejaba que cada quien actuara con libertad en su búsqueda de Cristo.

Algunas veces, les decía a sus hijos espirituales:

—Hermanos, además de leer los libros santos, les doy este canon: que se exhorten mutuamente a venir a la Iglesia, a la Confesión, a practicar la caridad y a leer la Santa Escritura. Porque, si no se ayudan unos a otros en el camino a la salvación, tendrán que rendir cuentas ante Cristo de las almas que se pierdan.

(Traducido de: Arhimandritul Ioanichie BălanPatericul românesc, Editura Mănăstirea Sihăstria, pp. 653-654)