Algunos consejos para combatir la tristeza
Tenemos que aprender a alegrarnos por las cosas buenas, por pequeñas que parezcan. Y agradecerle a Dios por todo. El agradecimiento transforma el alma, transforma la química del cerebro y del organismo entero.
En el caso de la depresión, el demonio viene por medio de los pensamientos y alimenta el fuego de la tristeza, que viene de alguna herida antigua. Ninguna persona se vuelve depresiva sin haber tenido alguna historia triste en su vida, en su pasado, a la cual haya quedado aferrada emocionalmente. Incluso hay una dependencia, como sucede con el alcohol, a nuestros sentimientos negativos. Por eso es que sanar no es fácil.
Asimismo, tenemos que entender que transformar nuestra forma de pensar no es algo simple. Si viene alguien y te enseña a “pensar positivamente”, sentirás un cierto cambio, si logras mantener ese rumbo; sin embargo, tu vida no cambiará, porque esos pensamientos no tienen ninguna fuerza sobre el relato, sobre la historia que está detrás de todo. ¿Qué hay que hacer? Ofrecerle esa historia a Dios, entregársela a Él. Pero ¿cómo? ¿Cómo empezar? Renunciando voluntariamente a esos pensamientos y ofreciéndole nuestra tristeza a Dios. La tristeza, como todo lo que siento, está unida a mi relato interior, al trauma. Puede que yo ya no me acuerde del trauma, pero mi forma de sentir sí que lo hace. Y cada vez que tengo un motivo, real o imaginario, para entristecerme, todo ese “contenedor” de tristeza se activa. Ofreciéndole todo esto a Dios y pidiéndole Su sanación, aunque se trate de una “pequeña” tristeza, el don sanador penetra en dicho “contenedor”.
Otro camino es aprender a alegrarnos por las cosas buenas, por pequeñas que parezcan. Y agradecerle a Dios por todo. El agradecimiento transforma el alma, transforma la química del cerebro y del organismo entero.
(Traducido de: Monahia Siluana Vlad, Doamne, unde-i rana?, Editura Doxologia, Iași, 2017, pp. 75-76)