Palabras de espiritualidad

Amar y no envidiar a nuestros hermanos

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Translation and adaptation:

Procuremos amar y mostrarnos afables con todos, tanto con los que nos aman como con los que no nos aman, con los que son amables con nosotros y con los que no lo son.

Hablaré ahora de la envidia, para que veamos cuán perniciosa es para el alma esta pasión. El rey Herodes, un anciano desmedrado de ochenta años, al escuchar que había nacido Cristo, el nuevo rey de los israelitas, se llenó de envidia y su corazón se endureció de tal forma, que decidió matar catorce mil niños de la región de Belén, para hacer desaparecer la amenaza que le representaba el recién nacido Hijo de Dios...

Sin embargo, el envidioso Herodes no sólo no mató a Cristo, sino que perdió su alma para siempre, en tanto que los niños que fueron asesinados por órdenes suyas pasaron a las eternas moradas de los mártires.

Luego, debemos oponernos férreamente a la envidia, para poder destruir esta pasión desde su origen. Los que se dejan dominar por la envidia actúan como lo haría el mismo Herodes.

Procuremos amar y mostrarnos afables con todos, tanto con los que nos aman como con los que no nos aman, con los que son amables con nosotros y con los que no lo son. No en vano dice la Palabra de Dios: “Dios es amor, y el que está en el amor, está en Dios, y Dios está en él”. Amén.

(Traducido de: Sfântul Ambrozie de la Optina, Sfaturi pentru familia creștină, Editura Platytera, p. 133)