¡Amemos y bendigamos a nuestros semejantes! ¡No los juzguemos!
El criterio evangélico para la salvación es el amor. Esta será la medida por la que seremos juzgados: “¿Por qué no habéis amado?”.
San Gregorio Nacianceno dice que todos rendiremos cuentas por cada palabra vana que pronunciemos. ¡Y, con mayor razón, por cada palabra impropia o vulgar que digamos! Y yo agrego más: por cada palabra “asesina” que salga de nuestra boca. ¡Porque hablar mal de tu hermano te hace encuadrarte en el canon dispuesto para los asesinos! ¡Y estamos hablando de un asesinato, porque hablar mal del otro es matarlo vountariamente! ¡Mejor habla siempre bien de los demás!
Como podemos ver, el criterio evangélico para la salvación es el amor. Esta será la medida por la que seremos juzgados: “¿Por qué no habéis amado?”. Acordémonos de aquellas palabras que Dios Mismo nos dirige desde el Evangelio: “¡Amaos los unos a los otros! ¡Un mandamiento nuevo os doy: que os améis unos a otros como Yo os he amado!”. “¡Amaos!”. Pero, hermanos, ¿por qué no amamos? ¿Por qué? ¿Nos movemos por pura inercia? Es decir, si vino el día de hoy, seguramente también lo hará el de mañana, y así, sucesivamente… Pero, atención: todos seremos juzgados y condenados, todos, si en vez de bendecir a nuestros hermanos, lo que hacemos es murmurar en su contra. ¡Qué importante es esto! ¡Hablar bien del otro, en vez de juzgarlo!
(Traducido de: Ne vorbește Părintele Arsenie, ed. a 2-a, vol. 2, Editura Mănăstirea Sihăstria, 2010, p. 124)