Aprendamos a escuchar lo que nos dice la conciencia
La más pequeña falta se refleja en ella como en un espejo. La conciencia es la voz del Espíritu Santo.
Es importante saber que ese órgano nuestro llamado “conciencia” es muy, muy frágil. Más frágil aun que los pequeños relojes femeninos, los cuales, con un pequeño golpe, se desajustan y pierden su funcionamiento correcto. Lo mismo pasa con la conciencia. La más pequeña falta se refleja en ella como en un espejo. La conciencia es la voz del Espíritu Santo.
La más mínima coacción de la voluntad, de nuestra conciencia, se convierte en un pecado mortal. Porque, cuando no retrocedemos ante la posibilidad de cometer pecado, a pesar de toda la resistencia de nuestro libre albedrío, a pesar de toda la oposición de una voz interior —que es nuestra conciencia protestando (y lo sabemos porque esto nos sucede a menudo)—, forzamos a nuestro propio ser a pecar, obligamos a nuestro yo a pecar.
¡Qué maravillosa sería nuestra vida si estuviéramos atentos a lo que hacemos y guardáramos la paz de nuestra conciencia! No habría necesidad ni de cuerpos de policía, ni de juzgados, ni de cárceles. No haría falta nada de eso. Todos nos protegeríamos recíprocamente, porque nos daría miedo pecar. Y es que el pecado significa ofender a Dios. Y el temor a no ofender a Dios es ya el amor hacia Él.
(Traducido de: O viață de jertfă – Mărturisirile Cuviosului stareț Samson Esper, traducere de Severin Alexandru, Editura Egumenița, Galați, 2010, p. 67)