¡Aprende a vencer el odio con el amor!
El amor por los demás no se expresa solamente con buenos pensamientos, sino también con oración.
El amor por los demás no se expresa solamente con buenos pensamientos, sino también con oración. La oración es eso que crea sólidos vínculos, construye puentes, nos hace amigos, nos fortalece, nos consuela, nos sana y nos ayuda. La oración es la forma más perfecta, si puede llamársele así, del amor más desinteresado. San Máximo el Confesor dice: “No te dejes vencer... ¡vence tú el odio con el amor! Y así es como debes hacerlo: ¡pidiéndole al Señor por tu prójimo, con toda sinceridad!”.
Quien ama y ora en verdad no puede ser acusado o señalado de mentiroso, y tampoco es capaz de juzgar o insultar a su semejante. El amor “esclaviza” su ser y no le permite caer presa de la maldad. El sapientísimo San Basilio el Grande dice: “El que murmura en contra de otro, buscando difamarlo o burlarse de él, es digno de ser llamado oprobioso, aunque sea cierto aquello que murmura”. Y San Juan Climaco, usualmente muy delicado al hablar, gracias a su discernimiento y a la forma en que entendía las pasiones humanas, agrega: “Juzgar y denigrar al semejante nace del odio, tratándose de una enfermedad sutil y un doloroso dardo clavado en el cuerpo del amor”. El anciano Pimeno, mentor en el discernimiento, dice: “Cuando cubrimos las faltas de nuestro semejante, Dios cubre también las nuestras”. De igual forma nos enseña San Isaac el Sirio: “Arroja tu manto sobre aquel que ha errado y cúbrelo. ¡Sé paciente y no trates de despreciarlo por su falta! ¡Cubre al que se equivoca! Así lo estarás animando a rectificar y también tú serás cubierto por la misericordia de Dios...”.
(Traducido de: Monahul Moise Aghioritul, Tristeţea anxietăţii şi bucuria nădejdii, Editura Sophia, 2005, pp. 26-27)