Asemejándose al Hijo, el hombre llega a ser amado por el Padre
En la Persona de Cristo, el Modelo se une con la imagen, sin confundirse con ella, ni separándose, sino que restaurándola y llevándola a la perfección por esa misma unión.
En Adán se veía solamente la imagen del modelo; en Cristo, se muestra el Modelo Mismo. En la Persona de Cristo, el Modelo se une con la imagen, sin confundirse con ella, ni separándose, sino que restaurándola y llevándola a la perfección por esa misma unión.
Refiriéndose a esta refulgente revelación de la imagen y semejanza, a la revelación del hombre-dios en Dios-Hombre, San Ireneo dice: “La verdad de todo esto se concretó cuando la Palabra de Dios se encarnó, haciéndose semejante al hombre y haciendo al hombre semejante a Él, para que, con la semejanza con el Hijo, el hombre llegara a ser amado por el Padre. Antes se decía que el hombre fue creado según la imagen de Dios, pero esto no era evidente, porque la Palabra todavía no era visible, Aquel según cuya imagen él fue creado; y, por esta razón, la semejanza se perdió fácilmente. Pero, cuando la Palabra se encarnó, Él le reveló ambas cosas al hombre. Y le reveló la imagen en toda su verdad, haciéndose Él Mismo lo que era Su imagen. Y restableció la semejanza de una forma mística, haciendo al hombre completamente semejante al Padre que no se ve, con la mediación de la Palabra que ahora era visible”.
(Traducido de: Jean-Claude Larchet, Terapeutica bolilor spirituale, Editura Sofia, p. 23)