Ayuno, oración y caridad
Debemos buscar, con todas nuestras fuerzas, que nuestro Señor Jesucristo venga a nuestra mente y corazón, por medio de la oración incesante.
Debemos buscar, con todas nuestras fuerzas, que nuestro Señor Jesucristo venga a nuestra mente y corazón, por medio de la oración incesante. Aquellos que mantienen a Dios en su mente, destruyen las tentativas del demonio, reciben en sus corazones los mandamientos de Dios y evitan que el maligno tenga ya alguna influencia sobre ellos.
Junto a la oración incesante, todo creyente debe hacer sitio para el esfuerzo, velando, soportando la sed, llorando por sus pecados y haciendo el bien a los demás. Si los afanes del creyente son aceptados por Dios, Él envía la Gracia del Espíritu Santo y la persona entra en la contrición, analizándose constantemente y arrepintiéndose por sus faltas. El hombre salvo, siendo iluminado por Dios, conoce sus impotencias y vergonzosos pecados, se humilla con el corazón y se arrepiente por ellos. Para alcanzar semejante humildad del alma es necesario ayunar, orar y practicar la caridad; todo esto une al hombre con Dios.
(Traducido de: Sf. Simeon Noul Teolog, Țelul vieții creștine, în col. Comorile Pustiei, p. 78)